¡Escuchadme!

Celda con barrotes, camastro e inodoro
Foto por Felons Hub

¡Escuchadme lo que os tengo que decir!: hoy, he sido arrestado. No me preguntéis por qué, ni cómo he logrado que estas palabras lleguen a vosotros. Lo que importa ahora es el hecho flagrante de que he sido privado de mi libertad. Me acusan de haber matado a un hombre sin ningún motivo aparente, pero eso qué más da... ¿Acaso es necesario algún motivo para quitarse a alguien de en medio?

Pero ésa, y cualquier otra consideración, es lo de menos. El meollo de la cuestión reside ahora, perdonad que insista, en que mi libertad de movimiento me ha sido arrebatada. ¿Os podéis imaginar, al menos por un instante, encerrados y sin la posibilidad de dar rienda suelta a vuestra caprichosa voluntad, privados, como yo ahora, de volar a vuestro aire, obligados, como el pajarillo, a vivir dentro de la jaula, para la mera contemplación de su amo? Estoy que trino, como el pájaro. El vigilante me mira con ojos aburridos a través de los barrotes.

Le he dicho al vigilante que me abra la puerta, pero no me hace caso. «Ayer mismo soñaba», le he contado, «con ir a poner hoy unas alegres florecillas en la tumba de mi madre muerta». Pero el tipo no se conmueve; su corazón es tan duro como los férreos barrotes de la infranqueable puerta. «¡Ábreme la puerta, maldito carcelero! ¡Qué culpa tiene mi madre de tener un hijo criminal!».

Ha caído un minúsculo torrente de lágrimas, me ha parecido ver, por la mejilla del vigilante. Al menos, en algo lo he conseguido domesticar. Me ha prometido que, si me porto bien esta noche, transcribirá mi grito de desesperanza para que todos los de ahí fuera lo podáis leer. Sí, me vais a oír... «¡Anota bien, estúpido carcelero, no te vayas a equivocar!: "¡Escuchadme lo que os tengo que decir!: hoy, he sido arrestado..."».

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