La alimaña sentimental

Portada del libro "La alimaña sentimental", de Miguel Ángel Salinas Gilabert
Portada del libro La alimaña sentimental

I

La alimaña sentimental pretende el mejor bocado; tendrá que espabilar, si no quiere quedarse sin él. Pisa un pie por aquí, se roza sin rubor por allá, cuando se adentra entre el apretado boscaje de traseros... Casi tumba a una niña que se cruza en su camino, y no le cabe más remedio que pedirle disculpas a su mamá. Entre la abigarrada clientela, insiste en abrirse paso hacia la barra del bar, cuando un leve maullido llama su atención. Desde la puerta de entrada, un pequeño minino reclama siquiera una migaja, sin atreverse a entrar en el local. Nadie parece atender a su lamento, y eso que llueve ahí fuera y tiembla de frío; mojado como está, parece un peluche desarrapado. La alimaña sentimental duda si retroceder sobre sus pasos, para acudir en su rescate. Ese momento de distracción le será fatal. Cuando voltea de nuevo la mirada hacia la barra, el plato de croquetas ha volado.

Sobre las cabezas sobrevuela un batiburrillo de conversaciones triviales, y un pedazo de croqueta que, como un desacertado proyectil, cae a los pies de la alimaña sentimental. Se arrima el gatito y, de un solo bocado, da buena cuenta del breve manjar. En cuclillas lo está acariciando la alimaña sentimental, mientras trata de conformarse con nada: «¡Vaya, parece que las croquetas hoy eran de jamón!...».

II

La alimaña sentimental avanza, retrocede, se lo piensa... Algunas veces logra su objetivo; otras, se ahoga en un charquito de dudas. Si sale a flote, igual atrapa a un pez que la devora un cocodrilo. En ocasiones, son los reptiles de afilados dientes quienes sufren las dentelladas de sus corrosivas lágrimas, también de cocodrilo. Si se lo piensa demasiado suelta a su presa, o se apresa a sí misma y no se suelta. A veces ríe por nada, a veces por todo llora. En el espejo le gusta mirarse, pero casi siempre prefiere no verse. Sueña despierta y duerme atribulada, aunque también a pierna suelta. Según el día y según su humor, pide disculpas o no. No esperes nada de ella, o espéralo todo. Así es la alimaña sentimental, tan impredecible como sus emociones...

Comentarios

  1. Anónimo11:17 p. m.

    Que bonito, profundo y real. La verdad , me ha encantado. Y tan alimaña. Mucha suerte muchacho.

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  2. Alimañas sentimentales somos un poco todos, no? Me gustó este colofón a tu libro. Leo viendo imágenes. He visto al gato, mojado y temblando, el barullo del bar y la media croqueta. Y esa alimaña tierna que le da de comer. Esa parte que siempre sale en tus personajes y te hace ponerte de su lado.
    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Claro, Loles, alimañas sentimentales somos todos, incluso los que se creen otra cosa, no sé, por ejemplo luces led. Supongo que si trato de buscar algo de humanidad en esas alimañas es porque trato de encontrarla en mí.
      Un abrazo, Loles.

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