El apetito insaciable de Joan

Busto y top de una prostituta
Foto por Júbilo Haku

Se sienta Joan en el alféizar del ventanal del Banco Sabadell, para observar cómodamente el trajín de hombres y mujeres que entran y salen del portal que tiene en frente. En el bolsillo, lleva unos pocos euros; no cree que le alcancen para costearse el polvo que él quisiera. «Solicita tu préstamo personal, ¡fácil y rápido!», proclama el rostro feliz, del anuncio que tiene detrás.

Aparece por el portal la joven que Joan ha venido a buscar; lleva Irina un top de bikini enano y la falda muy corta, tanto, que casi se le adivina el bosque arrasado donde terminan sus muslos, esa raya limítrofe entre el pecado y la impúber inocencia. Ni un segundo aguanta Joan en el alféizar desde que la ve entrar en escena, y allí que acude a su encuentro, con el cerebro licuado destilándole deseo a través de la bragueta.

—¿Cuánto? —pregunta.

¡Mierda!, no le alcanza ni para una chupada. Sabe que con Irina el precio es innegociable. Retrocede Joan sobre sus pasos, de nuevo hacia el alféizar. Tendrá que esperar a que baje la Señora; la vio entrar nada más llegar, acompañada de un viejo chepudo y arrugado, contraído como un gurruño de papel.

Se desespera Joan mientras espera a la Señora, revolviéndose de ganas ante la contemplación de esos muslos apretados que le andan provocando desde la acera de enfrente. Ni que fuera un perro insaciable apostado frente a la mesa de sus amos, esperando a ver si atrapa alguno de los bocados que tengan a bien lanzarle al aire...

¡Qué asco de vida y de capitalismo! ¿Y si entrara en el Banco Sabadell, a pedir uno de esos microcréditos? «¿Para qué lo quiere usted?», le preguntarían. Imposible, además; el banco está cerrado a estas horas; igual mañana por la mañana... De momento, esta noche, tendrá que conformarse, Joan, con alguno de los resquicios de amor viciado que le oferta la Señora. Ella siempre, por casi nada, dispuesta a todo... ¡A ver si aparece de una vez!

Comentarios

  1. Hambrón si que era Joan, y estómago debía d tener un rato.
    Claro que...a buen hambre no hay pan duro! 😅
    Un abrazo, Miguel

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    1. Efectivamente, Loles: a falta de pan, buenas son tortas.

      Un abrazo, y gracias por pasarte por aquí.

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  2. Anónimo4:45 p. m.

    No siempre, hay tortas para salir corriendo y no volver. Si que estába el pobre apurado. Siempre queda un ladrillo. Pero que no se preocupe el chaval porque siempre hay un roto para un descosido. 🤣🤣🤣🤣👍👍

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    1. Efectivamente, siempre hay unos zapatos de saldo para cualquier descalzo. Un saludo.

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