Nada más que materia

Balón varado
Foto por Fraufrida
Desconfié de los que me entregaron una respuesta,
tanto como de los que la negaron con suficiencia.
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Y la materia, que tan solo era eso, materia y nada más que materia, se reorganizó de tal modo que, por arte de birlibirloque, terminó por conformar un partido de fútbol. Once contra once entidades agrupadas en dos conjuntos, empeñadas en que un esférico de cuero -simple materia también-, alcanzase los confines del territorio contrario. Cada entidad se regocijaba si su conjunto lograba su estúpido fin, dado lo excepcional del acontecimiento.

Las entidades acudían al encuentro del esférico, predestinadas por una voluntad tan incognoscible como tenaz. Allí no había espíritu extracorpóreo ni más psique que la mera energía cinética, empujando a la materia, sin remedio, hacia adelante. Cayeron lágrimas ajenas arrastradas por la energía potencial, cuando, poco a poco, y una a una, fueron desmoronándose las entidades sobre el terreno de juego, descoyuntadas tras los variopintos choques frontales de sus materias. La materia de sus cuerpos, inútiles ahora, no tardó en recombinarse con la anodina materia del territorio de juego, regada por una lluvia de lágrimas.

El esférico de cuero quedó varado, sin ocupación... Un día, ahíto de hastío, expiró. El aire se le fue en un suspiro, pura materia gaseosa escapando del interior de la sólida materia que lo aprisionaba. El universo, como si nada le importara y nada hubiera acontecido, prosiguió con su inextricable devenir...

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