Enloquecidos fans

Fans enloquecidos corriendo detrás de los Beatles
Gracias a Yolanda, por regalarme esta instantánea
Paseaba por las calles de Madrid sin otro oficio más que el de dejarme llevar por la voluntad de mis pasos, con la indolencia, o despreocupación, que le otorga a una el hecho de estar desempleada. Cansada, busqué un banco sobre el que sentarme para atrapar los últimos rayos de sol.

Frente a mí, las vallas que encierran las vías del metro: las de ida y las de vuelta, metáfora de un viaje que en ese momento no parecía reservado para mí. Vislumbré mi vida en vía muerta. Los ecos del tráfico a mi alrededor se volvieron mudos, cada vez más según me fui adentrando, cual náufrago a la deriva, en un océano de pensamientos propios y murmullos ajenos. Era un punto cualquiera, en medio de la ciudad...

Arribó un convoy de metro por uno de los andenes. Al cabo, la puerta de acceso a la estación vomitó una multitud, que en paso desbocado vino hacia mí. Ya temía por mi integridad física, como si de repente de punto insignificante me hubiera transmutado en estrella del rocanrol, cuando aquel tropel de enloquecidos fans pasó de largo. ¿Acaso no me habían visto? Respiré aliviada por ser punto otra vez. Detrás de mí, una parada de bus era el único objetivo de todo ese gentío, que tras la jornada laboral, pretendía alcanzar el refugio del hogar lo antes posible.

Sentada en el mismo banco, contemplé la escena de la multitud repetidas veces, como si mirase las olas arremetiendo contra las rocas, desde la orilla y a salvo del impetuoso océano. Cuando se escondió el último rayo de sol, de aquel decrépito atardecer, decidí regresar a casa...

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