Otros tiempos
El viejito esperaba de pie en la parada porque nadie le había cedido el sitio. Cuando llegó el bus se puso de los primeros en la fila, pero una de las señoras que esperaban sentadas protestó:
- ¡Señor, estaba yo antes! Qué caradura, el viejo -cuchicheó- se quería colar como si nada.
Otros dos señores que también esperaban sentados no dijeron nada, y dejaron pasar al viejo. La gente se agolpó en una fila tensa ante la puerta del bus. Cuando le tocó el turno al anciano, la gente se puso nerviosa porque aquel hombre mayor no atinaba a subirse al autobús. Por fin alguien se decidió a echarle una mano.
- Muy amable -agradeció el anciano-
El viejito se echó mano a la cartera:
- ¡Vaya, me he debido dejar el abono olvidado en el otro pantalón! Deme un billete por favor, ¿cuánto es?
El anciano buscó torpemente entre sus monedas el precio justo del pasaje, mientras la fila que tenía atrás se ponía aún más nerviosa.
El bus venía lleno aquel domingo por la noche en que todo el mundo apuraba al máximo el fin de semana. El viejito venía de dar una vuelta en el parque con uno de los pocos amigos que aún le quedaban vivos. Les gustaba recordar anécdotas de antaño. Venía pensando en la magnífica tarde, cuando alguien le sacó de su ensimismamiento:
- ¡Señor, al fondo, pase al fondo, al fondo hay sitio!
La marea humana empujó al anciano hasta el fondo del autobús, justo al final del pasillo. El bus partió por fin a la carrera, y aquel anciano de rodillas maltrechas consiguió mantenerse en pie a duras penas. Cuando el vehículo frenó bruscamente en el semáforo el viejito estuvo a punto de perder el equilibrio. A un chaval que iba sentado le hizo gracia la situación, y sin ningún disimulo se mofó ante sus amigos. El anciano se percató de la burla, y le entraron ganas de decirle al muchacho: "En Belchite te hubieras cagado en los pantalones". Pero no dijo nada: en aquella batalla debía tener la edad de aquel muchacho, y entoces aprendió que una batalla vencida no implica ganar una guerra. Además, le consoló la idea de que aquel chaval no viviría ninguna experiencia digna de ser recordada. O tan siquiera alguna para olvidar. Aquellos fueron otros tiempos...
- ¡Señor, estaba yo antes! Qué caradura, el viejo -cuchicheó- se quería colar como si nada.
Otros dos señores que también esperaban sentados no dijeron nada, y dejaron pasar al viejo. La gente se agolpó en una fila tensa ante la puerta del bus. Cuando le tocó el turno al anciano, la gente se puso nerviosa porque aquel hombre mayor no atinaba a subirse al autobús. Por fin alguien se decidió a echarle una mano.
- Muy amable -agradeció el anciano-
El viejito se echó mano a la cartera:
- ¡Vaya, me he debido dejar el abono olvidado en el otro pantalón! Deme un billete por favor, ¿cuánto es?
El anciano buscó torpemente entre sus monedas el precio justo del pasaje, mientras la fila que tenía atrás se ponía aún más nerviosa.
El bus venía lleno aquel domingo por la noche en que todo el mundo apuraba al máximo el fin de semana. El viejito venía de dar una vuelta en el parque con uno de los pocos amigos que aún le quedaban vivos. Les gustaba recordar anécdotas de antaño. Venía pensando en la magnífica tarde, cuando alguien le sacó de su ensimismamiento:
- ¡Señor, al fondo, pase al fondo, al fondo hay sitio!
La marea humana empujó al anciano hasta el fondo del autobús, justo al final del pasillo. El bus partió por fin a la carrera, y aquel anciano de rodillas maltrechas consiguió mantenerse en pie a duras penas. Cuando el vehículo frenó bruscamente en el semáforo el viejito estuvo a punto de perder el equilibrio. A un chaval que iba sentado le hizo gracia la situación, y sin ningún disimulo se mofó ante sus amigos. El anciano se percató de la burla, y le entraron ganas de decirle al muchacho: "En Belchite te hubieras cagado en los pantalones". Pero no dijo nada: en aquella batalla debía tener la edad de aquel muchacho, y entoces aprendió que una batalla vencida no implica ganar una guerra. Además, le consoló la idea de que aquel chaval no viviría ninguna experiencia digna de ser recordada. O tan siquiera alguna para olvidar. Aquellos fueron otros tiempos...
Como siempre, un placer leerte Miguel! A pesar de ese poco sutil velo gris que parece empeñado en empañar la mayoría de tus escritos... Sabes que choca con la manera positivista que tiene esta humilde lectora de encarar lo negativo de esta vida ;O)
ResponderEliminarHáblanos de Roque en la próxima por-fa, que empiezo a tener 'mono' Jiji ¿Que fue de el?...
Un abrazo de los gordos!