Inmigrantes

Ahora les echan de menos, y sin ellos la vida al otro lado de la frontera es aún más gris. Lo cotidiano se debe hacer más insoportable cuando uno pierde al más preciado de sus hijos.

Pero a este lado del océnano, de la alambrada o del aeropuerto les esperaban impacientes con los brazos abiertos. La esperanza de una vida mejor les empujó a romper con todo su mundo, su gente, su pueblo, y se embarcaron rumbo a lo desconocido, con paso firme hacia una nueva vida repleta de sueños y promesas...

Vinieron de América del Sur, de África, e incluso de la misma Europa. Se hicieron grandes esfuerzos para traerlos aquí, incluso cuando el país de acogida estaba inmerso en una fuerte depresión económica. Pese a las apreturas, todo el mundo les recibió con los brazos abiertos y con ilusión. A ninguno le faltaron papeles con los que vivir de forma regular en el nuevo lugar. Les ofrecieron las mejores casas, los manjares más deliciosos, los coches más veloces.

A nadie le importó su color, ni su idioma, ni sus costumbres o religión. Muchos de los de este lado tuvieron que abrirles paso, cederles el puesto de trabajo, sin que nadie se enojase por ello. Nadie se rasgó las vestiduras, es más, todos estaban encantados con su llegada. Todo el mundo quería tocarlos y parecerse a ellos. Se peinaron y vistieron como ellos, y acabaron convirtiéndoles en ídolos.

Con tanto parabien, los recién llegados se sintieron tan agusto que fue como si estuvieran en su propia casa. Y el sentirse tan agusto les ayudó a soportar el peso de la nostalgia y los recuerdos.

Los que vinieron se llamaban Messi, Cristiano Ronaldo, Agüero, Alves, Forlán, Lass, Henry, Abidal, Luis Fabiano, Kaká, Bencema, Touré Yayá, Ibrahimovic... Todos ellos eran inmigrantes...

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